A lo largo de toda la historia del pensamiento político se encuentra
insistentemente la pregunta: «¿Qué gobierno es el mejor, el de las
leyes o el de los hombres? Pregunta que se hace Norberto Bobbio en su ensayo de 1985.
Qué respuestas coherentes a la realidad política de hoy podremos buscar? La filosofía política llaman, para poder entender sin comprender en dónde está el poder que direcciona una nación.
Es útil mencionar un ejemplo clarificador:
"Del mismo modo que el timonel, que permanece siempre de guardia para utilidad de la nave y de los navegantes, sin necesidad de leer escritos, sino teniendo sólo el arte por norma, salva a los compañeros de nave, así, de este preciso
modo, aquellos que tienen una tal aptitud para gobernar,¿no podrían crear una recta forma de gobierno, merced a la fuerza del arte, que es superior a la de las leyes"
Una de las formas más antiguas para expresar la idea del buen gobierno es el término griego eunomía, usado por Solón, el gran legislador de Atenas, en oposición a disnomía. Separada del contexto, de difícil e incierta interpretación, la expresión más célebre, entre los antiguos —y, por tanto, tomada infinidad de veces por los
modernos—, del señorío de la ley, se halla en el fragmento de Píndaro, transmitido con el título de Nómos Basileús, el cual se inicia diciendo que la ley es reina de todas las cosas, tanto de las mortales
como de las inmortales.Entre los pasajes canónicos que la Edad clásica transmitió a las Edades sucesivas, es digno de recordar el texto de Cicerón según el cual, omnes legum serví sumus uti liberi esse possumus.
El principio de la rule of law pasó desde Inglaterra a las doctrinas jurídicas de los Estados continentales, dando origen a la doctrina,hoy verdaderamente universal (en el sentido en que ya no es contestada por nadie como cuestión de principio, tanto que, cuando no es reconocida, se invoca el estado de necesidad o de excepción),
del «Estado de derecho», o sea, del Estado que tiene como principio inspirador la subordinación de todo poder al derecho, desde el nivel más bajo, hasta el más alto, a través del proceso de legalización de toda acción de gobierno que ha sido llamada, desde la primera Constitución escrita de la Edad Moderna, «constitucionalismo». De la universalidad de esta tendencia a la sumisión del poder
político al derecho, pueden ser consideradas, como manifestaciones
extremadamente reveladoras, ya la interpretación weberiana del Estado moderno como Estado racional y legal, como Estado cuya legitimidad reposa exclusivamente en el ejercicio del poder, de
conformidad con las leyes, ya la teoría kelseniana del ordenamiento jurídico como cadena de normas que crean poderes y de poderes que crean normas, cuyo inicio viene representado no por el poder
de los poderes —como ha sido siempre concebida la soberanía en la teoría del Derecho público que se ha venido constituyendo con la formación del Estado moderno—, sino por la norma de las normas, la Grundnorm, de la que depende la validez de todas las normas del
ordenamiento y la legitimidad de todos los poderes inferiores.
A cambió el gobierno de los hombres, como alternativa al gobierno
de las leyes, se presenta, en su forma más rudimentaria, a través de la figura del soberano-padre o del soberano-amo, o bien en la concepción paternalista o patriarcalista, dentro del límite, aún despótico, del poder, en aquellas doctrinas en que el Estado es considerado como una familia en grande, o paterna, o patriarcal, o señorial,según los autores, y el poder del soberano es asimilado al del padre,
o del patriarca, o del amo o señor. La familia, grande o pequeña, señorial o sólo paterna, siempre ha sido eleveda a modelo, por lo menos hasta Locke, del grupo monocrático, en el cual el sumo poder está concentrado en manos de uno solo, y los súbditos son, en el sentido jurídico de la palabra, «incapaces», temporalmente, hasta la mayoría de edad, los hijos, o permanentemente, los esclavos. Lo
mismo que el padre (o el patriarca o el señor), el rey, concebido como el cabeza de una familia en grande, ejerce el poder no en base a normas preestablecidas, sino según su prudencia y sabiduría y mediante disposiciones dadas de vez en cuando, según las necesidades, de las cuales, sólo él es el intérprete autorizado. Los vínculos que unen al padre o al amo con los miembros del grupo familiar no son jurídicos, sino éticos o, en el extremo opuesto, se basan en la mera fuerza. Como sociedad de desiguales —la esposa (o las
esposas, en la familia poligámica) respecto al marido, los hijos respecto al padre, los esclavos respecto al amo—, la sociedad familiar, y con ella el Estado, cuando sea concebido como una familia,
no subyacen a la fuerza igualadora de la ley, sino que se rigen más por la justicia, caso por caso, que por la justicia legal.
Traer a consideración los escritos de Norberto Bobbio, es poder racionalizar la híbrida posición de gobierno nacional ante la justicia y la ley. Los colombianos nos regimos por la ley y el ahora socialista código de policía que intimida la sociedad y empodera la policía como fuerza represiva del estado, que Gobbels llamo Gestapo. Una institución corrupta de individuos protagonistas y cómplices de un pacto narcofarquista que a su antojo y acomodo otorgan inmunidad e impunidad a los autores del genocidio narcofarquista siglo XXI.
Dónde está el gobernante que con discursos contundentes daban de de acción ante la corrupción estatal y de justicia que dejó Santanas. Ley o capricho personal es la incoherencia de hoy. Capricho de la minoría narcofarquista siglo XXI y sus cómplices sin valor y moral o la ausencia total de un gobernante que pone la ley y la Constitución a un lado.?
José Rodrigo Umaña
Blanco o Negro
Máscaras de la Verdad