Los peligros de un niño consentido
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Decirles «no» es imprescindible para que aprendan a manejar sus emociones
Sin apenas darse cuenta, y sin mala intención, los padres cometen el error de complacer
a sus hijos en la mayoría de sus peticiones: «Mamá, quiero ver dibujos», «papá, no quiero
este bocadillo de chorizo, lo quiero de queso», «hoy no me quiero bañar», «mamá, hoy tú
no me das el biberón, me lo da papá»... Total, son aparentemente pequeños detalles con
los que así se evita escuchar sus lloros y rabietas, y se logra una convivencia más
tranquila en en hogar.
María Jesús Álava Reyes, directora del Centro de Psicología
Álava Reyes, no puede entender cómo actualmente hay aún
pediatras que aconsejan a los padres que den de comer y dejen dormir a sus bebés
«a demanda». Asegura que, de esta manera, están acostumbrando a su hijo a que
cada vez que llora los padres vayan corriendo a satisfacer sus deseos, de manera
que dos adultos se convierten poco a poco en esclavos de un bebé de meses.
Demandas en aumento
No cabe duda de que negar a un hijo aquello que desea en cada momento no es de
agrado para nadie. «Sin embargo, la frustración debe formar parte del
aprendizaje general del niño —apunta Sergi Banús, psicólogo clínico infantil
y director de psicodiagnósis.es—.Sobre todo entre los dos y cuatro años,
que es la franja de edad de mayores rabietas».
Los padres deben tener en cuenta que si siempre hacen lo que el niño quiere
están fomentando que en el futuro sea una persona intolerante, y no sabrá
lo que es esforzarse para lograr algo.
Además, el nivel de demanda irá en aumento según avance
en edad y «de la piruleta pasará al iPad, la moto, una
semana en la nieve... Si no lo consigue, su grado de frustración
será tan grande que llegará a ser agresivoporque no ha
aprendido a manejar sus frustraciones ni sus emociones,
y no conoce otra forma de lograr sus objetivos.
Por ello, estamos contribuyendo a que nuestros hijos
sean adolescentes deprimidos», apunta Sergi Banús.
Cada vez que un niño es mimado para evitarle que «sufra», «se le está condenando»,
matiza Cristina García, terapeuta infantil y fundadora de Edúkame. «En vez
de usar su potencialidad para crecer, la usa para controlar a los adultos.
Hemos de ser conscientes de que al consentir no les estamos
ayudando a crecer, simplemente les damos demasiadas cosas. Lo bueno para
su desarrollo es que encuentren sus propios recursos, se esfuercen en
buscar alternativas, conozcan mejor sus fuerzas, miren hacia dentro de sí
'mismos y sepan qué pueden hacer».
«Tenerlo todo —añade Alfonso Ladrón, psicólogo clínico infantil del servicio
de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos— les genera además mucha ansiedad
porque, en el caso de, por ejemplo, ser juguetes, no tienen tiempo suficiente para
jugar con todos ellos, y se pierden ante la abundancia. La frustración es un
entrenamiento imprescindible para saber desenvolverse porque para vivir
en sociedad hay que saber aceptar las renuncias. Los padres deben acostumbrarles
a ello poco a poco».
Aprender a reaccionar
Alfonso Ladrón reconoce que recibe en consulta a muchos padres preocupados
por tener hijos consentidos. Sin embargo, algunos piensan que «para qué
negarles ahora las cosas, argumentan que ya tendrán tiempo a que otros se
las nieguen cuando sean mayores. Esta postura es un acto muy egoísta
porque no están aportando la mejor educación a su hijo. Yo les pongo
el ejemplo de las matemáticas. Según sus argumentos, para qué enseñárselas
de pequeños, ya las aprenderán de mayores. Sin embargo, para aprender a dividir,
primero hay que saber sumar, restar, multiplicar... Pues con la frustración ocurre
lo mismo,hay que aprender a reaccionar ante ella desde bien pequeños,
porque si no el día de mañana en el colegio o en su trabajo no sabrán aceptar un
no por respuesta y estarán perdidos como personas».
Pero ¿cómo se trabaja la frustración para evitar unos niños malcriados?
Cuando exista un motivo de conflicto como, por ejemplo, que quiera un juguete
que no le damos y provoque una gran rabieta, lo mejor es mostrarse tranquilos.
«Hay que estar serenos y aguantar su berrinche y nunca intentar razonar
con ellos. Si, por el contrario, nos ponemos nerviosos y le gritamos nos pondremos
a su altura y tendrá la percepción de que es capaz de manipular a sus padres
a su antojo», explica Sergi Banús.
Añade que los niños aprenden de lo que ven hacer a sus padres,
«por eso, también es positivo que nos vean tolerantes ante
nuestras propias frustraciones». Es decir, que si hemos tenido
un mal día en la oficina, no es conveniente que nos vean
gritando y furiosos hablando contra el jefe, o si se nos cae un
plato que montemos una escena. Hay que ser coherentes con
lo que le pedimos. Si el niño ve que sus padres se alteran
entrará también en esa dinámica de no aceptar
cualquier contratiempo, o hacerlo de forma rabiosa.
Cuando el pequeño no acepta un no, «monta un teatro en el que busca espectadores.
Si percibe que no lo consigue, dejará de actuar así. Pero si al final se sale con la suya,
la próxima vez que quiera algo actuará de la misma manera o con un berrinche mayor»,
explica Banús.
¿Por qué no les frustramos?
«Es importante —añade Susana de Cruylles, psicóloga clínica y coordinadora del
programa para padres del Hospital Universitario Príncipe de Asturias—
ignorarles por completo y tener la paciencia suficiente para aguantar
el enfado, la posterior pataleta y el tiempo que le cuesta al niño asumir su
frustración al no conseguir lo que desea. Resulta esencial que los dos padres
se muestren de acuerdo delante del niño a la hora de negarle algo y que
nunca discutan las decisiones tomadas delante del pequeño. Si se
muestran inseguros o contradictorios, el niño se verá reforzado en su conducta
e insistirá en su intento de convencer a una de las partes».
El motivo principal por el que no frustramos es, en primer
lugar, la falta de tiempo. Por lo general, el padre y la madre
trabajan y hay menos tiempo para estar con los
hijos y, como compensación a este vacío —y a veces
sentimiento de culpabilidad—, se les premia con
aquello que piden. Además, ya que estamos poco tiempo
juntos, mejor que sea en un ambiente tranquilo,
por lo que es más cómodo darles aquello que quieren
para que se callen. Tampoco hay que obviar que cada vez hay más padres separados
o hijos que están con los abuelos y que les colman de caprichos.
En otros casos, es porque los progenitores entienden que sus hijos deben tener
todo aquello que ellos no pudieron tener de pequeños.
Para no sentirse mal
Lo primero que deben pensar los padres es que, aunque nos duela negarles sus
deseos, estamos trabajando para fortalecer su desarrollo como persona para que
tenga un futuro mejor. Le estamos enseñando a esforzarse y ser tolerante ante
un «no», lo que le ayudará muy positivamente a no bloquearse y a manejar
sus emociones correctamente en sus próximas relaciones sociales, en sus estudios
y, sobre todo, en su trayectoria profesional.