Un escrito de Horacio Puerta, a quien yo no conozco en persona. La historia la escriben los que ganan, pues nunca hemos leído las historias de los derrotados. La fábula del pacto Habana es esa narración del ahora víctimario. Perspectiva siglo XXI fue el plan del buen gobierno de Koka Santos y Gabriel García Márquez que confabulo a Fidel en la oportunidad de la toma del poder. Los que se opusieron los vendieron al triunfo militar cayendo en combates de información vendida. Cano y otros camaradas eran estorbo en el plan
El pacto narcofarquista es claro y puntual, el poder bajo las banderas de la corrupción política y jurídica.
Leamos el escrito de Horacio Puerta
Aquí el artículo
Punto de vista
Atando cabos
Por: Horacio Puerta Cálad
En las últimas semanas se conocieron dos intimidades de las negociaciones que el presidente Juan Manuel Santos llevó en La Habana con las Farc, y en el Ecuador con el ELN, que no pueden quedar sueltas.
Una corresponde a Humberto De la Calle en su libro ‘Revelaciones al final de una guerra’. La otra es de Juan Camilo Restrepo que encaja con lo que ocurrió en La Habana, y que aparece en la entrevista de Cecilia Orozco Tascón (El Espectador, marzo 31).
Dice De la Calle, citado por María Isabel Rueda en su columna del periódico El Tiempo del 9 de marzo pasado: “En una jugada audaz, pero riesgosa, el Presidente abrió un grupo de seis juristas para ‘negociar’ el componente justicia. Esto dio lugar a algunas turbulencias y ambigüedades”. (…) “Se perdió por momentos la línea de autoridad, hasta el punto de que presenté mi renuncia” (…) “Haber mantenido la estrategia inicial quizás hubiera impedido las imperfecciones del capítulo de implementación que tanto daño hicieron luego de la firma del acuerdo final”
Esto dice Juan Camilo Restrepo: “Estuve al frente del equipo gubernamental en las conversaciones de Ecuador, con el ELN, durante año y medio. Me retiré, básicamente, porque no estuve de acuerdo con que se utilizara la denominada “diplomacia paralela”, es decir, el envío de emisarios oficiosos que, a menudo, ordenaba el Palacio de Nariño y que más que ayudar, debilitaba la capacidad negociadora de la delegación oficial. (…) Pero en el caso concreto de lo que pude percibir, en Quito, resultó inconveniente, pues a veces esos emisarios, hubieran querido que se negociara cualquiera cosa y a cualquier costo. Y nunca estuve de acuerdo con eso”.
Según mi punto de vista, en La Habana y en Quito, Santos jugaba respectivamente con dos barajas. Una era la que tenían sus delegados visibles sobre la mesa. Y otra la que ponía en manos de unos terceros para que jugaran a espaldas de los primeros. Astucias de tahúr tramposo. Muy de él.
¿Jugaba así por debilidad? Creo que sí. Y perdió. O mejor, perdió la paz. Porque el abogado Enrique Santiago, presidente del Partido Comunista Español que hacía parte de los “seis juristas para negociar el componente de justicia” que jugaban con la segunda baraja en La Habana, se apoderó de la parte más delicada de la negociación, que era el tipo de justicia a aplicar, o sea la JEP. La que tiene al país dividido.
De la Calle y Restrepo son entonces confesos de no haber estado de acuerdo con ese proceder de Santos. Restrepo renunció y se fue. De la Calle también renunció, no se la aceptaron, y se quedó. ¿Le faltó dignidad? ¿Más agallas políticas? Si, porque estaba dispuesto a “negociar cualquier cosa a cualquier costo” para darle gusto al presidente.
Que grande sería hoy De la Calle si nos hubiera dicho a los colombianos que se iba de la mesa de La Habana porque no estaba de acuerdo con el variado menú político que Santos estaba resuelto a ofrecerle a las Farc.
Lo cierto es que quienes nos metieron en este lio no quisieron hacer la lectura política correcta que la mayoría de los colombianos si hicimos, de no querer un acuerdo con las Farc a cualquier costo. Que fue lo que ocurrió.
Por eso, los que advirtieron de lo que se cocinaba en La Habana quedaron de enemigos de la paz, que somos los que ganamos el plebiscito, que luego nos robaron. Triunfo logrado sin mermelada política. Sin el apoyo de la gran prensa y columnistas estrellas. Prueba clara de que hicimos la lectura correcta del momento político. La que no quiso hacer la clase política por atosigarse con el dulce que Santos les dio para que le sacaran el acuerdo con las Farc a cualquier costo.
Como a la mayoría de los colombianos nos olió maluco eso de que teníamos que tragarnos unos sapos, como lo dijo Santos en las primeras de cambio, nos avivamos rápido. Misma fetidez que captaron los dos negociadores arriba citados, con la diferencia que uno se fue y el otro se quedó a terminarle la tarea.
¿Cuáles sapos se tragó las Farc? El caviar político que le sirvieron en bandeja de plata para que lo deguste durante ocho años en las curules del senado sin haber pasado antes por una cárcel por los crímenes de lesa humanidad que cometieron; lejos está de ser un batracio.
Pero los políticos que le hicieron posible a Santos traer al mundo su deformada criatura, se obstinan en no dejarla operar para mejorarle su figura. Le están haciendo pataleta al presidente Duque por las objeciones que en huso de sus facultades constitucionales le hizo a seis artículos de la JEP.
En Derecho_ dicen los sabios en la materia_ las cosas se deshacen como se hacen. Según eso, podría pensarse que en política también es lo mismo. Es decir, como el parto del acuerdo con las Farc salió de la matriz política deslizado a través de la mermelada, al presidente Duque le tocaría proceder de igual manera para lograr modificar los seis artículos.
Pero lejos parece estar eso, porque el presidente está empeñado en cortar con esa práctica corrupta de sacar leyes. Que está muy bien. Y que tampoco se la han querido valorar correctamente para sanear la política.
Así las cosas, la cirugía política para corregirle las imperfecciones a la informe criatura concebida por Juan Manuel Santos, muy seguramente, no pasara en el quirófano del congreso.
Abril 3 de 2019
José Rodrigo Umaña
Blanco o Negro
Máscaras de la verdad
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