Escrito de Mario Bahamon Dussan
El respeto es la insignia del don de mando.. JR
DE LANCERO A LANCEROS
Mis queridos y apreciados, señores Generales, lanceros, Juan Pablo Rodríguez Barragán y Alberto José Mejía Ferrero, comandantes de las Fuerzas Militares y del Ejército de Colombia.
Comienzo este mensaje llamándolos así, porque los tres tenemos el privilegio de ser “Lanceros instructores”, de la más prestigiosa escuela de combate que existe en el mundo, de la cual yo también tuve el honor de ser comandante.
Inicio por decirles que con frecuencia me pongo en sus botas, como se dice militarmente, y frecuentemente rezo por ustedes, para que Dios en su infinita grandeza les de la sabiduría necesaria para tomar decisiones correctas en los difíciles momentos que vive Colombia.
Difíciles momentos porque estamos cruzando la barrera hacia la Paz después de un largo conflicto armado con una organización narcoterrorista, que llenó de víctimas los campos y pequeños pueblos de Colombia y le causó a nuestro Ejército numerosas bajas; quienes desde la eternidad los miran expectantes de la posición que ustedes asuman para que su sacrificio no sea en vano, que buscando una esquiva Paz no terminemos entregando las banderas que le dan razón a nuestra esencia de ser militares: la defensa de nuestros valores democráticos, del orden constitucional y nuestras instituciones.
Ustedes, como casi todos los colombianos, apoyamos la búsqueda de la Paz, porque hemos sufrido tanto los horrores de un conflicto armado que ya es tiempo de darle reposo a los fusiles, restañar las heridas y convivir armónicamente. Lo cual finalmente nos ha llevado a un peligroso estado de inestabilidad institucional, pues buscando la Paz se están sacrificando las instituciones capitales de nuestra nación; sin pensar que poco a poco este derrumbe institucional también podría comprometer al Ejército, pilar de nuestra nación, al igualar a los militares con los criminales de lesa humanidad y darles IMPUNDAD y permitirles alcanzar curules en los cuerpos colegiados sin someterse al proceso electoral, como su misma esencia así lo exige.
Lo que está pasando, poco a poco nos ha ido llevando al desconocimiento de la democracia, al desconocimiento del constituyente primario, del pueblo, como depositario de la voluntad nacional. El Gobierno se debe al pueblo y no el pueblo al Gobierno. El Uniforme, los grados, símbolos de mando, como el bastón y los soles, tienen valor porque representan al pueblo, no al gobierno, así sea éste quien firma los decretos.
Para que se consolide una tiranía, como en algunos países del hemisferio y de otras latitudes, es necesario que el Ejército apoye al sátrapa que pretende imponer su voluntad por encima de la Constitución, de la Ley y, obviamente del pueblo. En nuestro caso colombiano, mediante argucias legales, con providencias untadas de la corruptora “mermelada”.
Mis Generales, los políticos en el Gobierno no tienen ningún compromiso con la Patria, son muy pocos cuya figura humana y su nombre pueden ser gravados en mármol o fundidos en bronce para que el pueblo les rinda culto de admiración, gratitud, cariño, respeto y aprecio; lo cual debe ser la aspiración de todo servidor público. Lo que lamentablemente no sucede en Colombia, donde político es sinónimo de corrupto.
Lo mismo sucede con los magistrados de las altas Cortes, tampoco su nombre sirve tan siquiera para bautizar una escuela pública. Peor aún está el Congreso.
No hay que olvidar que las leyes siempre necesitan de una espada que las haga cumplir; sino, no son más que letra muerta. Por esto, la fuerza legítima del Estado no debe sustentar a los gobiernos corruptos ni leyes ilegítimas.
Hemos visto que toda tiranía necesita engolosinar al alto mando militar. Sin su apoyo, el tirano no puede atropellar, robar ni esclavizar al pueblo, ni desconocer la Constitución, la Ley, ni la Democracia. El Ejército es el fiel de la balanza del orden nacional. No es el pueblo, ni la intervención extranjera, los que sostienen malos gobernantes. Es el poder militar quien decide la suerte en última instancia. Esto nos lo comprueban Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Siria y otras tiranías.
Y aquí es donde viene lo esencial de este mensaje. Esta es, en esencia, la responsabilidad máxima que ustedes tienen en sus manos actualmente. Preservar que el fiel de la balanza no se incline hacia el sátrapa. Así sea él quien firma los ascensos, otorga el mando, designa las comisiones al exterior y pasa al retiro a los Generales inconvenientes. Valga preguntar, ¿qué más aspira un soldado después de haber alcanzado el sol de General de la República?
El Gobierno no es la Patria, así las circunstancias nacionales pretender establecerlo con el hecho de que en los últimos cincuenta años nuestro Ejército jamás ha disparado un solo cartucho en defensa de las fronteras, sino para sostener al Gobierno. En otras palabras, todos los soldados que perdieron su vida, o quedaron lisiados para siempre, perdieron sus vidas o quedaron lisiados por defender el orden constitucional, las instituciones, la democracia, sosteniendo al Gobierno.
Los torrentes hay que contenerlos a tiempo, de lo contrario se convierten en avalanchas. Esto puede suceder en un tiempo no lejano. Hay mucha inconformidad en el ambiente. Hemos llegado a un peligroso momento de la vida nacional donde el ciudadano ya no cree en las instituciones, la Justicia está desprestigiada, sí que más el Ejecutivo y aún peor el Legislativo.
Debemos anticiparnos al caos nacional. Comienza a consolidarse un enorme vacío de poder legal. Poder legal que solo podrá ser sustentado por el Ejército, llegado el momento no lejano a un levantamiento general, que se podría evitar si al sátrapa se le expresa que no tendrá apoyo para violar la Constitución y la Ley, así habilidosamente haya logrado el apoyo de una comunidad internacional que realmente poco le importa nuestro destino, sino que está hambrienta de nuestros recursos naturales.
No se trata de dar un “golpe de estado”. Las palabras “golpe de estado” no existen en nuestro léxico castrense; somos por esencia respetuosos de los valores democráticos; tradición que es parte de nuestro orgullo institucional. Se trata, sí, de decirle al sátrapa que no tiene el apoyo de la fuerza militar para perpetuarse en el poder, por encima de la voluntad del pueblo mismo que lo eligió. Si esto no se hace, tendríamos muchas muertes innecesarias. Lo cual debe evitarse oportunamente. Hay que ir a decírselo personalmente, no por medio de un Ministro, que también es otro político de carrera, cuyos fines conocemos sobradamente, que está en el puesto por compromisos personales, por encima de los valores institucionales.
No dejen perder el liderazgo. Cuando ustedes recibieron el mando, el Ejército y el alto mando gozaban de inmensa aceptación, respeto y estimación popular. Todas las encuestas así lo confirman; aun por encima de nuestra Iglesia, muy significativo en un país tradicionalmente católico.
¡No, al “medallismo!”. Los grandes Generales no necesitan tantas medallas. La historia no los valora por la cantidad de medallas, sino que los juzga por sus hechos. El General Luis Carlos Camacho Leiva, uno de los mejores Generales de los últimos tiempos, tenía pocas medallas y casi nunca lucía las veneras; lo mismo el General Ruiz Novoa, no obstante que era héroe de una guerra internacional. Ahora existen medallas por todo y para todos, cuando todos sabemos que una condecoración sin honor no es más que un trozo de lata, lo mismo que los soles, solamente engrandecidos por el profesionalismo y el carácter del General que los posee.
¡Ah difícil, esto del carácter!; pues la subordinación, la obediencia, el sometimiento, erradamente exigen que el General le acepte al político de turno órdenes torcidas o ilegales que a la larga causarán inútiles sacrificios y muertes de valientes soldados.
¿Qué tal eso de la ley de amnistía?, que legaliza el narcotráfico como delito político, no obstante que las FARC son el cartel más grande del mundo. O sea que vamos a tener dos clases de narcotraficantes, unos que lo hacen conformando bandas armadas con la mampara de oponerse políticamente al Estado y otros que lo hacen sin agruparse en bandas armadas y organizadas al margen de la ley.
A medida que la situación se vaya complicando, que el pueblo no resista más impuestos, que no resista más la corrupción, el despilfarro, los privilegios burocráticos, la ineptitud de los funcionarios públicos, comenzaran a surgir conductas de desobediencia civil y, sin duda, el Gobierno utilizará al Ejército para mantener el orden y como siempre al final lo dejará solo y estará pendiente de sus irregulares actuaciones para entregar a los soldados a una jauría de abogados y jueces, que aprovechando que ya no tienen fuero militar los envían a pagar injustas condenas, como en el oprobioso caso del General Jesús Armando Arias Cabrales, condenado a 34 años por defender la Patria, y de otros excelentes soldados.
Hubiera deseado no tener que escribirles este mensaje; pero aunque ya no porto el uniforme, mi espíritu militar, afecto institucional y patriotismo se mantienen incólumes. Y si ya no puedo subir la mano derecha a la visera para despedirme militarmente de mis apreciados Generales, sí la coloco encima de mi corazón, que nunca ha dejado de palpitar por esta Patria que los soldados amamos tanto, como bien lo canta nuestro himno: “La Patria no es el cerco de abruptas cordilleras que el ojo humano puede medir y calcular. La Patria está en el alma valiente del soldado y solo su esperanza la puede limitar.”
Dios los bendiga, los guarde y los ilumine siempre.
Teniente Coronel (RA) Mario Bahamón Dussán
12/23/2016
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JR