Monday, January 21, 2013

Vivimos en una sociedad saturada de...romper la rutina es esencial para..En este caótico mundo, nuestra sexualidad está en riesgo. JR Comenta


Mantén tu relación fresca y salvaje

POR: Ana Betts
En este caótico mundo, nuestra sexualidad está en riesgo. Con tiempo y consejos asegura que tu relación permanezca como al principio.
Mantén tu relación fresca y salvaje
Si le pusiéramos la misma energía a nuestras vidas sexuales, con todo y estrategias, de igual forma en la que lo hacemos con nuestras carreras, todos tendríamos excelente sexo.
FOTO:Cortesía
Vivimos en una sociedad saturada de sexo. Una obviedad tanto como una realidad... Las obscenidades venden. El hombre promedio tiene la reputación de pensar en sexo cada ocho segundos, posiblemente porque el sexo, o por lo menos la promesa de éste, nunca había estado tanto en su cara. En nuestra edad sin dioses, el sexo es lo que se ha vuelto omnipresente. Aún así, ¿qué tan seguido lo tenemos?
La respuesta, según una encuesta del gobierno de Inglaterra de 2007, se trata de una a dos veces por semana, para los ingleses. Pregúntale a cualquiera en una relación a largo plazo y con frecuencia te responderán que la incidencia es menos que eso, incluso en tierra tropical. Estas admisiones irónicas tienden a estar precedidas por la palabra "sólo": "sólo en un día festivo" o "sólo cuando ella quiere otro bebé".
Al parecer, el sexo está en peligro de volverse terreno de los solteros. Los casados, los que cohabitan, los que tenemos relaciones frías y calientes sólo por conveniencia, no nos llevamos nada del pastel.
Estudios científicos comprueban estos descubrimientos anecdóticos. Investigaciones publicadas en la revista Human Nature argumentan que el apetito sexual de la mujer se desploma justo cuando se siente segura en una relación. Otro estudio de 530 hombres y mujeres, realizado por el Hamburg-Eppendorf University Hospital, en Alemania, descubrió que después de haber estado cuatro años en alianza, menos de la mitad de las mujeres en sus 30 buscaban tener sexo común y corriente. De éstas, nueve de cada 10 buscaba ternura. Carrie, doctora y una de las mitades de una relación de cinco años, revela: "me encanta tocar pero ya no me gusta mucho la penetración. Cuando tenemos sexo, tiendo a hacerlo sólo para que me abracen."
El mismo estudio descubrió que la libido del hombre se mantiene constante sin importar qué tanto tiempo lleve en la relación. De cualquier forma, un reporte del Harvard Business Review, descubrió que de entre los hombres con "trabajos extremos" (de 60 a 100 horas a la semana) 45% estaban demasiado cansados para hablar, o para tener relaciones. Sin duda, durante mi estancia como la primera columnista de sexo de The Times, recibí el mismo número de cartas de mujeres que de hombres que se quejaban de la abstinencia de su pareja.
¿Por qué entonces tantas parejas comprometidas no tienen ningún problema con el hecho de sólo besuquearse y dejar de bajarse los calzones? ¿Y cómo puedes mantener una relación en movimiento, si los seres humanos no fueron hechos para que lo candente durara?

Mi romance químico
La biología programa a los hombres y las mujeres a que tengan el sexo suficiente para reproducirse, para darse un poco de cariño y después pasar a la siguiente conquista. En Sex on the Brain, el doctor Daniel G. Amen, un psiquiatra y especialista de imágenes cerebrales, identifica la composición química de las diferentes etapas de una relación. La lujuria, la cual se ha reconocido que dura cerca de nueve meses, se alimenta de una inundación de testosterona, estrógeno, óxido nítrico y feromonas. La fase de amor y enamoramiento (hasta casi 18 meses) se basa en un potente coctel de neurotransmisores que incluyen la epinefrina, norepinefrina, dopamina, serotonina y feniletilamina. En otras palabras, una dosis gigantesca de estimulantes. El siguiente afecto, o etapa "de compromiso", es producto de las hormonas oxitocina y vasopresina. Se cree que ambas motivan a crear lazos. El otro lado de la moneda es que ambas sabotean la compulsión sexual. Eso explica la paradoja más erótica y dolorosa de todas: justo en el punto en el que amas más que nunca a alguien es cuando menos lo deseas.
Puede que ésta sea la razón por la que las parejas establecidas no le están "dando". Si embargo, según Tracy Cox, autora de More Hot Sex, eso no es excusa. "Los químicos se agotan y pensamos: no puedo ser yo, seguro son ellas y luego cambiamos de parejas. Si le pusiéramos la misma energía a nuestras vidas sexuales, con todo y estrategias, de igual forma en la que lo hacemos con nuestras carreras, todos tendríamos excelente sexo. Pero la gente es floja."
Y en serio, ¿cuál es el problema con hacerlo más seguido? El sexo común y corriente crea una variedad de beneficios, desde funciones cardiovasculares hasta una mejora en el humor. La campaña "cinco veces al día", debería ser complementada por "tres veces por semana". Paul, un maestro de arte de 36 años, realmente lo promueve: "Rebeca y yo hicimos un esfuerzo conciente por mejorar nuestra vida sexual ya que cada vez nos perdíamos más y más. Incluso ahora, me doy cuenta de que somos felices, más unidos, más tranquilos después del sexo. Es como un pegamento de relaciones. Sin éste, nos despegábamos cada vez más."
 Carne de inspiración
El primer paso es averiguar si ocurre algo más que el relajo hormonal. Una sequía pudiese enmascarar un problema como la disfunción eréctil, o una característica psicológica no saludable, como por ejemplo retener el sexo por coraje, al estilo pasivo-agresivo. Paul confiesa: "utilizábamos el sexo para manipularnos el uno al otro. Provocó que nuestro hacer el amor se volviera sucio."
Una solución simple y engañosa es simplemente hacerlo. La euforia química producida por el amor sin pasión y el sexo es adictiva. En 2000, Andreas Bartels y Semir Zeki de la University College London, utilizaron un escáner de cerebro para localizar las áreas afectadas por el enamoramiento; las principales fueron las regiones que generan la euforia provocada por drogas como la cocaína (y el neurotransmisor que tiene ese efecto es la dopamina). De la misma manera, entre más sexo desenfrenado tengas, más se te antojará el sexo.
Existen 1001 razones para no tener sexo (trabajo, sueño, estrés, los niños), sin embargo, decidimos ignorarlas al principio de la relación y también podemos ignorarlas conforme pase el tiempo. No subestimes la ventaja de un "rapidín". Hay algo satisfactoriamente picante de un acostón corto sobre la mesa de la cocina, sólo para continuar con tu día con un empujón... literalmente...
Háblenlo, pero no mucho. Reconozcan sus necesidades mutuas sin que todo se vuelva una complicación, o sin que las relaciones sexuales se vuelvan tan conscientes hasta el punto en el que tengan que apretar el trasero. La psicología básica nos enseña que la mejor forma de hacer esto es con un acercamiento positivo: "Me encanta cuando..." /"Dios, ¿recuerdas cuando...?"/"¿No sería maravillosos si...?" en lugar de acusar con cosas como "Simplemente ya no me deseas...".
 Estrategias de alto riesgo
El romper la rutina es esencial para que hacer el amor no se vuelva un deber. En Sex in the Brain, Amen expone un argumento muy convincente que promueve el cultivo de la novedad sexual, cuando cita el trabajo del psiquiatra Gregory Berns, del Emory University, en Estados Unidos. Según Berns, la satisfacción es el producto de la interacción del anticipador de placer, la dopamina, y el cortisol, el químico liberado cuando estamos estresados. "Fuimos programados para experimentar cosas nuevas y cuando las buscamos quedamos satisfechos", concluye. Entonces, si no vas a cambiar la persona con la que te acuestas, tendrás que cambiar el guión.
Un poco de miedo también puede mejorar las cosas: piensa en la mezcla de los latidos del corazón con la lujuria. Eso no significa que crees tu propio calabozo de sadomasoquismo, sino pensar afuera de la, este... caja.
Las relaciones sexuales tienden a ser más sensacionales que las aventuras: sabes perfectamente qué es lo que la prende y no tienes miedo de hacerlo. Unos meses después conocerás tan bien sus botones que todo se volverá mecánico. El truco es desfamiliarizarse con la rutina, justo como la experiencia arriesgada que proporcionaría un amante nuevo. Cox enfatiza: "De hecho es muy fácil engañar al cerebro de que ocurre otra cosa. Puede ser tan sencillo como poner sus cabezas sobre la almohada una noche, y la otra al pie de la cama." Háganlo en el carro, en un callejón, con un lubricante caliente, con las bragas puestas. Y recuerda: los juguetes se ven ridículos... hasta el momento en el que ella los use para volverse loca mientras tú le das por atrás.
Pero no esperes llegar a casa después de un día de trabajo de 12 horas y encender tu sexualidad como si fuera el foco de la sala: piensa de forma erótica, coquetea, fantasea. Dile a tu pareja en la mañana lo que planeas hacerle en la noche. Ve más allá y dile que te masturbarás a cierta hora mientras piensas en ella. Hay pocas cosas que excitan tanto la psique de una mujer, como el hecho de que ella sepa que no puedes sacártela fácilmente de la cabeza. Las soluciones que nunca fallan, como usar ropa interior nueva, no deben ser subestimadas. La próxima vez que salgas de viaje déjale un sobre con dinero (suficiente) y una nota en donde le pidas que se compre una prenda especial. Juega con las marcas que muestren astucia o simplemente grandes escotes. Con la sola adquisición de un nuevo brassiere puedes lograr un efecto sísmico. Nunca cometas el error de ignorar el impacto que el aseo personal tiene en una mujer.
Mi aparentemente recatada amiga Rosie explica: "El arreglarme los pies y las depilaciones en el área del bikini me hacen sentir como si tuviese sexo. Me levantan los ánimos; me recuerdan los rituales en los que me involucraba en mis días en los que volteaba miradas. Pon un poco de loción en el cuello de un hombre y soy insaciable." Piensa un poco fuera de lo normal. La intensa camaradería que se puede crear con este nuevo interés mutuo, puede inyectar vitalidad inesperada en las sábanas. No tiene que ser algo alocado: el sólo hecho de ir a ver una película puede funcionar, o intenta el ballet. Las mujeres tienen algo con el ese arte. La última vez que observé a una pareja con una gran urgencia por un cuarto fue después del final de una producción de Romeo y Julieta.
Creen una sola mente Al mismo tiempo (y esto para nada es una contradicción) ambos deberían de cultivar su independencia dentro y fuera de su relación. Esther Perel, una terapeuta de Manhattan y una de las mitades de una relación de 25 años, argumenta que la intimidad es la enemiga del erotismo, ya que éste depende del extremo, la distancia y la otredad. En su más reciente libro Mating in Captivity: Reconciling the Erotic and Domestic, ella dice que: "...muchas parejas confunden el amor con la fusión. Esta mezcla es una mala profecía para el sexo. El erotismo yace en el espacio entre el yo y el otro". Dicho de forma más concisa: "El amor se trata de tener: el deseo de querer."
Por ejemplo, Josh, un citadino en sus 30 confiesa: "mi esposa y yo somos muy cariñosos, todo el tiempo nos tocamos y nos hablamos como bebé. Pero no tenemos sexo. Desde el día en que nos casamos, no nos acostamos en dos años y no lo hicimos hasta que quisimos concebir." Como consecuencia, Josh tira mucho dinero en los bares de nudistas y Susie usa a sus bebes como receptáculos para su sensualidad. Paradójicamente, cada uno tiene que recuperar su sentido de separación para poder estar juntos, en un sentido sexual. Por supuesto, hay de independencias a independencias. Cada especialista que entrevisté, mientras hacía este artículo, bromeaba conmigo siempre que les preguntaba sobre cómo mantener el sexo vivo con la siguiente respuesta: "¡Ten una aventura!"
Como dice Pamela Druckerman, autora de Lust in Translation: the Rules of Infidelity from Tokio to Tennessee las actitudes culturales en las aventuras varían entre sí. Mientras que los norteamericanos ven el adulterio con autoflagelación (y no divertido), otras naciones, especialmente los rusos, sudafricanos y japoneses, observan el sexo extramarital sin preocupaciones. Fuera de los periódicos sensacionalistas, los británicos ven la infidelidad como los yanquis. Pero de acuerdo a YouGov, un cuarto de los ingleses ha tenido otra pareja y las estadísticas van en aumento. La práctica en las uniones gay a largo plazo (relaciones medio abiertas) es la envidia de muchos heterosexuales. Y no todas las aventuras serán otro Anna Karenina. Sin embargo, Cox es más estricta: "Nunca he visto que una relación mejore con una infidelidad. Puede que funcionen como un cuete, una patada en el trasero, pero ninguno lo olvida.
Nuestros corazones siguen apegados a nuestros pedacitos. Algo menos destructivo es decir "estoy a punto de tener una aventura". Seguro es un petardo pero con menos quemaduras potenciales. Una pequeña chamuscada puede que sea inevitable para empujar una relación y que pase del status quo a algo más candente. La moraleja de esta historia es que las parejas que quieran una aventura sexual duradera, por muchos años, si no es que una vida entera, tendrán que unir fuerzas para revivir a la bestia. Hay algunos que todavía sucumben ante la idea de que el sexo tiene que ser espontáneo, impetuoso, no planeado, sin tomar en cuenta el hecho de que rara vez era espontáneo en sus inicios. Además, es mejor un poco de estrategia que vivir bajo la máxima de Marge Simpson: "La pasión es para adolescentes y extranjeros." Suena bastante aburrido.

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JR